Un acto en el que lloran las madres (la mía al menos) y te regalan una banda como a miss España, pero no te preguntan nada de Rusia.
¿Habéis visto cuántos físicos? ¿Y qué contentos todos? ¡Para no estarlo!
Bueno, ya empieza la temporada de navidad. El año pasado os enseñé como se hace la Red Velvet, por eso del rojo y el blanco de la navidad. Este año a lo mejor caen algunas cosillas más típicas de estas fechas.
Hoy vamos a hacer unas galletas de jengibre muy ricas. No, no tendrán forma de señor, porque no he encontrado el cortapastas, tendré que hacer una búsqueda profunda por la cocina, o comprar uno nuevo. Las he hecho redondas, y las he decorado con glaseado real, Royal Icing en inglés, que suena mejor.
Como particularidad, estas galletas llevan melaza. La melaza se genera en la producción de azúcar blanco. Digamos que la melaza es lo que hace que el azúcar moreno no sea blanco. Tiene un sabor fuerte, su consistencia es como la miel (de ahí su nombre, supongo) y es muy oscura, aunque hay varios grados, al igual que con el sirope de arce.
Yo he utilizado la más oscura que he encontrado porque me gusta mucho el sabor y el aroma, pero podéis utilizar el que más os guste o el que encontréis. El color de vuestras galletas dependerá esencialmente del color de la melaza que utilicéis.
Por otro lado, el glaseado real, se utiliza para decorar cualquier postre, no solo las galletas. Podréis añadirle colorante para hacerla del color que más queráis. La consistencia debe ser muy espesa, si el glaseado es para bordear y crear contornos, o más fluida, si vamos a rellenar esos contornos. En cualquier caso habrá que esperar a que se seque completamente.
Empezamos.
Galletas de Jengibre
INGREDIENTES
· 3 1/4 cups (400g) de harina tamizada
· ½ cup (100g) de azúcar
· 1 huevos
· ½ cup (115g) de mantequilla
· 160 ml de melaza
· 160 ml de melaza
· 1 tsp de vainilla
· 2 tsp de jengibre molido
· 1 tsp de canela molida
· 1/4 tsp de clavo molido o de nuez moscada (ambos, o ninguno, completamente opcional)
· 1 tsp de canela molida
· 1/4 tsp de clavo molido o de nuez moscada (ambos, o ninguno, completamente opcional)
· 1 tsp de bicarbonato sódico
· ½ tsp de sal
· 1 clara de huevo
· 1 1/2cups (165g) de azúcar glass
· 1 tsp (5ml) de limón
PREPARACIÓN
Bueno, comienzo la receta con una confesión: las galletas son un gran handicap, nunca me salen como quiero, no acabo de cogerles el truco. Pero no puedo quejarme con las que he hecho hoy.
Al verlas tan oscuras me había asustado, pero ha sido la melaza. Estan ricas.
Ya me he desahogado, así que podemos empezar con calma.
En un bol se mezclan con unas varillas la harina, las especias, la sal y el bicarbonato. Reservamos.
En otro bol se bate la mantequilla, que debe estar a temperatura ambiente (importantísimo) con una batidora (podéis hacerlo a mano, sabéis que adoro hacerlo a mano, pero hoy he preferido usar batidora) hasta que esté cremosa. Se añade el azúcar a continuación y se bate bien para incorporarlo por completo a la mantequilla. A continuación llega el momento perfecto para añadir el huevo y la vainilla y continuar batiendo.
Hasta aquí es casi como cualquier receta, ¿verdad? Ahora llega lo bueno. Hay que añadir la melaza.
Y la melaza es muy pegajosa, así que con cuidado. Podéis enmantequillar el recipiente donde vayáis a medirlo (o si tenéis un spray de mantequilla o aceite, usadlo) para evitar que se pegue a las paredes.
Añadidlo a vuestra masa y batidlo bien, que se incorpore totalmente con la mantequilla/huevo/azúcar.
Es el momento de pasar a la harina. Y aquí os digo lo de siempre, cuidado con batir demasiado que os salen las galletas como piedras (no sería la primera vez). Agregad la harina en dos tandas y mezclad hasta que se incorpore completamente. Pero con cuidado, siempre con cuidado.
En este momento la masa ya esta preparada y huele de maravilla. Separadla en dos partes iguales, envolved cada una en plástico de cocina, y refrigeradlas durante tres horas por lo menos. Así será mucho más fácil de manejar después, porque seguirá siendo bastante pegajosa.
Una vez preparados para hacer las galletas, se precalienta el horno a 180ºC.
Para estirar la masa, me gusta hacerlo entre dos hojas de papel de horno, así es más fácil de manejar, y no hay que añadir muchísima harina más para evitar que se pegue. De todas formas, a vuestro gusto.
Espolvorea harina sobre una hoja de papel de horno, coloca encima la masa de las galletas y aplástala un poco con las manos. espolvorea un poco más de harina por encima, y cubre con otra hoja de papel. Estira la masa con el rodillo hasta que tenga un grosor de medio centímetro aproximadamente.
Despega la masa de ambas hojas antes de comenzar a cortarla, por si se ha pegado. Utiliza una de las hojas para cubrir la bandeja del horno y corta las galletas sobre la otra.
De la forma que más os guste. Ya veis que yo he utilizado un corta pastas redondo (se han pegado un poco, así que al moverlas se han deformado algo... yo y las galletas).
Y al horno, durante 12 minutos. Si las queréis un poquito más crujientes, esperad hasta los 15, pero recordad que se oscurecerán.
Ya está, sacadlas del horno y dejar que se enfríen sobre una rejilla. Cuando se enfríen tendréis dos opciones: comer o decorar. Y después comer claro.
Para el glaseado tendréis que batir la clara con el limón utilizando unas varillas para romper un poco la clara, no tendréis que montarla, solo sacarle un poquito de espuma. Agregad el azúcar glass tamizado y mezclad bien. Si queréis teñirla, es el momento de añadir el colorante hasta que alcancéis el tono que os guste.
Esta es la glasa para relleno, si queréis una un poco más espesa, tendréis que añadir más azúcar hasta que alcancéis la consistencia que busquéis.
Tendréis que pasar el glaseado a una manga pastelera con una boquilla fina, o a una bolsa y le cortáis una esquinita, lo que sea para que salga un hilo fino. Y a decorar. ¡Echadle imaginación!
También confesaré aquí que una de las galletas que váis a ver está inspirada en las de La Galleta Cuántica, que me encantaron.
Al verlas tan oscuras me había asustado, pero ha sido la melaza. Estan ricas.
Ya me he desahogado, así que podemos empezar con calma.
En un bol se mezclan con unas varillas la harina, las especias, la sal y el bicarbonato. Reservamos.
En otro bol se bate la mantequilla, que debe estar a temperatura ambiente (importantísimo) con una batidora (podéis hacerlo a mano, sabéis que adoro hacerlo a mano, pero hoy he preferido usar batidora) hasta que esté cremosa. Se añade el azúcar a continuación y se bate bien para incorporarlo por completo a la mantequilla. A continuación llega el momento perfecto para añadir el huevo y la vainilla y continuar batiendo.
Hasta aquí es casi como cualquier receta, ¿verdad? Ahora llega lo bueno. Hay que añadir la melaza.
Y la melaza es muy pegajosa, así que con cuidado. Podéis enmantequillar el recipiente donde vayáis a medirlo (o si tenéis un spray de mantequilla o aceite, usadlo) para evitar que se pegue a las paredes.
Añadidlo a vuestra masa y batidlo bien, que se incorpore totalmente con la mantequilla/huevo/azúcar.
En este momento la masa ya esta preparada y huele de maravilla. Separadla en dos partes iguales, envolved cada una en plástico de cocina, y refrigeradlas durante tres horas por lo menos. Así será mucho más fácil de manejar después, porque seguirá siendo bastante pegajosa.
Para estirar la masa, me gusta hacerlo entre dos hojas de papel de horno, así es más fácil de manejar, y no hay que añadir muchísima harina más para evitar que se pegue. De todas formas, a vuestro gusto.
Espolvorea harina sobre una hoja de papel de horno, coloca encima la masa de las galletas y aplástala un poco con las manos. espolvorea un poco más de harina por encima, y cubre con otra hoja de papel. Estira la masa con el rodillo hasta que tenga un grosor de medio centímetro aproximadamente.
Despega la masa de ambas hojas antes de comenzar a cortarla, por si se ha pegado. Utiliza una de las hojas para cubrir la bandeja del horno y corta las galletas sobre la otra.
De la forma que más os guste. Ya veis que yo he utilizado un corta pastas redondo (se han pegado un poco, así que al moverlas se han deformado algo... yo y las galletas).
Y al horno, durante 12 minutos. Si las queréis un poquito más crujientes, esperad hasta los 15, pero recordad que se oscurecerán.
Ya está, sacadlas del horno y dejar que se enfríen sobre una rejilla. Cuando se enfríen tendréis dos opciones: comer o decorar. Y después comer claro.
Para el glaseado tendréis que batir la clara con el limón utilizando unas varillas para romper un poco la clara, no tendréis que montarla, solo sacarle un poquito de espuma. Agregad el azúcar glass tamizado y mezclad bien. Si queréis teñirla, es el momento de añadir el colorante hasta que alcancéis el tono que os guste.
Esta es la glasa para relleno, si queréis una un poco más espesa, tendréis que añadir más azúcar hasta que alcancéis la consistencia que busquéis.
Tendréis que pasar el glaseado a una manga pastelera con una boquilla fina, o a una bolsa y le cortáis una esquinita, lo que sea para que salga un hilo fino. Y a decorar. ¡Echadle imaginación!
También confesaré aquí que una de las galletas que váis a ver está inspirada en las de La Galleta Cuántica, que me encantaron.
Una vez se seque el glaseado, podréis devorarlas.
¡Espero qué os gusten!
No hay comentarios:
Publicar un comentario