miércoles, 17 de diciembre de 2014

Galletas de Jengibre

Y aquí estamos un día más. Licenciado del todo, con graduación y todo.
Un acto en el que lloran las madres (la mía al menos) y te regalan una banda como a miss España, pero no te preguntan nada de Rusia.


¿Habéis visto cuántos físicos? ¿Y qué contentos todos? ¡Para no estarlo!

Bueno, ya empieza la temporada de navidad. El año pasado os enseñé como se hace la Red Velvet, por eso del rojo y el blanco de la navidad. Este año a lo mejor caen algunas cosillas más típicas de estas fechas.

Hoy vamos a hacer unas galletas de jengibre muy ricas. No, no tendrán forma de señor, porque no he encontrado el cortapastas, tendré que hacer una búsqueda profunda por la cocina, o comprar uno nuevo. Las he hecho redondas, y las he decorado con glaseado real, Royal Icing en inglés, que suena mejor.

Como particularidad, estas galletas llevan melaza. La melaza se genera en la producción de azúcar blanco. Digamos que la melaza es lo que hace que el azúcar moreno no sea blanco. Tiene un sabor fuerte, su consistencia es como la miel (de ahí su nombre, supongo) y es muy oscura, aunque hay varios grados, al igual que con el sirope de arce.

Yo he utilizado la más oscura que he encontrado porque me gusta mucho el sabor y el aroma, pero podéis utilizar el que más os guste o el que encontréis. El color de vuestras galletas dependerá esencialmente del color de la melaza que utilicéis.

Por otro lado, el glaseado real, se utiliza para decorar cualquier postre, no solo las galletas. Podréis añadirle colorante para hacerla del color que más queráis. La consistencia debe ser muy espesa, si el glaseado es para bordear y crear contornos, o más fluida, si vamos a rellenar esos contornos. En cualquier caso habrá que esperar a que se seque completamente.

Empezamos.

Galletas de Jengibre


INGREDIENTES

· 3 1/4 cups (400g) de harina tamizada
· ½ cup (100g) de azúcar
· 1 huevos
· ½ cup (115g) de mantequilla
· 160 ml de melaza
· 1 tsp de vainilla
· 2 tsp de jengibre molido
· 1 tsp de canela molida
· 1/4 tsp de clavo molido o de nuez moscada (ambos, o ninguno, completamente opcional)
· 1 tsp de bicarbonato sódico
· ½ tsp de sal

· 1 clara de huevo
· 1  1/2cups (165g) de azúcar glass
· 1 tsp (5ml) de limón


PREPARACIÓN

Bueno, comienzo la receta con una confesión: las galletas son un gran handicap, nunca me salen como quiero, no acabo de cogerles el truco. Pero no puedo quejarme con las que he hecho hoy. 
Al verlas tan oscuras me había asustado, pero ha sido la melaza. Estan ricas.

Ya me he desahogado, así que podemos empezar con calma.

En un bol se mezclan con unas varillas la harina, las especias, la sal y el bicarbonato. Reservamos.

En otro bol se bate la mantequilla, que debe estar a temperatura ambiente (importantísimo) con una batidora (podéis hacerlo a mano, sabéis que adoro hacerlo a mano, pero hoy he preferido usar batidora) hasta que esté cremosa. Se añade el azúcar a continuación y se bate bien para incorporarlo por completo a la mantequilla.  A continuación llega el momento perfecto para añadir el huevo y la vainilla y continuar batiendo.
Hasta aquí es casi como cualquier receta, ¿verdad? Ahora llega lo bueno. Hay que añadir la melaza.

Y la melaza es muy pegajosa, así que con cuidado. Podéis enmantequillar el recipiente donde vayáis a medirlo (o si tenéis un spray de mantequilla o aceite, usadlo) para evitar que se pegue a las paredes. 

Añadidlo a vuestra masa y batidlo bien, que se incorpore totalmente con la mantequilla/huevo/azúcar. 



Es el momento de pasar a la harina. Y aquí os digo lo de siempre, cuidado con batir demasiado que os salen las galletas como piedras (no sería la primera vez). Agregad la harina en dos tandas y mezclad hasta que se incorpore completamente. Pero con cuidado, siempre con cuidado.

En este momento la masa ya esta preparada y huele de maravilla. Separadla en dos partes iguales, envolved cada una en plástico de cocina, y refrigeradlas durante tres horas por lo menos. Así será mucho más fácil de manejar después, porque seguirá siendo bastante pegajosa.



Una vez preparados para hacer las galletas, se precalienta el horno a 180ºC.

Para estirar la masa, me gusta hacerlo entre dos hojas de papel de horno, así es más fácil de manejar, y no hay que añadir muchísima harina más para evitar que se pegue. De todas formas, a vuestro gusto.

Espolvorea harina sobre una hoja de papel de horno, coloca encima la masa de las galletas y aplástala un poco con las manos. espolvorea un poco más de harina por encima, y cubre con otra hoja de papel. Estira la masa con el rodillo hasta que tenga un grosor de medio centímetro aproximadamente.

Despega la masa de ambas hojas antes de comenzar a cortarla, por si se ha pegado. Utiliza una de las hojas para cubrir la bandeja del horno y corta las galletas sobre la otra.
De la forma que más os guste. Ya veis que yo he utilizado un corta pastas redondo (se han pegado un poco, así que al moverlas se han deformado algo... yo y las galletas).
Y al horno, durante 12 minutos. Si las queréis un poquito más crujientes, esperad hasta los 15, pero recordad que se oscurecerán.

Ya está, sacadlas del horno y dejar que se enfríen sobre una rejilla. Cuando se enfríen tendréis dos opciones: comer o decorar. Y después comer claro.

Para el glaseado tendréis que batir la clara con el limón utilizando unas varillas para romper un poco la clara, no tendréis que montarla, solo sacarle un poquito de espuma. Agregad el azúcar glass tamizado y mezclad bien. Si queréis teñirla, es el momento de añadir el colorante hasta que alcancéis el tono que os guste.
Esta es la glasa para relleno, si queréis una un poco más espesa, tendréis que añadir más azúcar hasta que alcancéis la consistencia que busquéis.

Tendréis que pasar el glaseado a una manga pastelera con una boquilla fina, o a una bolsa y le cortáis una esquinita, lo que sea para que salga un hilo fino. Y a decorar. ¡Echadle imaginación!
También confesaré aquí que una de las galletas que váis a ver está inspirada en las de La Galleta Cuántica, que me encantaron.

Una vez se seque el glaseado, podréis devorarlas.
¡Espero qué os gusten!



miércoles, 10 de diciembre de 2014

Scones de Zanahoria

Con esto de los días festivos se me había pasado que hoy es miércoles. Además tengo la cabeza puesta en el jueves, que es mi graduación y no me da la almendra para más. Pensaba que seguía siendo martes, y yo aquí tan tranquilo sin preparar nada para endulzar vuestra semana. 

Así que hoy tiro de archivo. Y aparecen unos scones de zanahoria que me encantan. Porque si ya unos scones normalitos me gustan mucho, con zanahoria mejor aun. Y además hay que ir pensando en despedir el otoño, y que mejor que con zanahorias.

Así que no me entretengo mucho más, ¡qué queremos comer!

Scones de Zanahoria


INGREDIENTES


· 3 cups (375g) de harina
· ¼ tsp de azúcar moreno
· 1 tsp de levadura
· 75g de mantequilla fría
· 1 tsp de canela
· ½ tsp de nuez moscada
· 1/2 tsp de jengibre molido
· 1 cup (240ml) de leche
· ¼ cup (60ml) de sirope de arce
· 1 tsp de vainilla
· 2-3 zanahorias

· ¼ cup de queso
· ½ cup de azúcar glass
· 1 tsp de vainilla
· 1/2 tsp de canela


PREPARACIÓN


Me gusta preparar scones porque hay que mancharse las manos. Cierto es que puede prepararse en un procesador, que con las cuchillas se acaba antes, pero usando las manos da la sensación de que está más rico. ¡Ojo, lavaos las manos bien antes de empezar! Qué no creé confusión ese último comentario.

Para empezar precalentamos el horno a 180ºC y cubrimos la bandeja donde vayamos a hornear, con papel, para que no se peguen los scones y no haya que rascar ni limpiar a lo tonto.

En un bol se combinan la harina, especias, azúcar y levadura con unas varillas. A continuación se añade la mantequilla fría. Para que el proceso sea mas sencillo, tendréis que cortar la mantequilla en daditos, y tendrá que está fría, me repito, pero es mejor que quede claro. ¿no es genial qué no tenéis que dejar la mantequilla fuera de la nevera desde la noche anterior?
Con los dedos tendréis que frotar la mantequilla y los ingredientes secos, mezclándolo bien, hasta que  los trozos que queden de mantequilla no sean muy grandes, del tamaño de guisantes aproximadamente. Este es el proceso que podéis hacer en el procesador. Combináis todos los secos en el procesador y a continuación añadís la mantequilla en dados y procesáis hasta que esté listo.

A continuación, (si habéis usado el procesador, pasad todo a un bol) se añaden la leche, el sirope de arce y la vainilla. Mezclad todo muy bien, el sirope puede resistirse porque es pegajoso, pero lo conseguiréis. Para finalizar añadid las zanahorias ralladas y mezcladlas.

Para aquellos que no sepáis lo que es un scon, es un medio camino entre muffin y panecillo (o al menos es como yo me lo explico a mi mismo) por lo que mantendrá su propia forma, pero no hay que amasarlo, pues quedaría duro como una piedra al no llevar levadura "viva".

Volcad la masa resultante sobre una superficie bien enharinada, se pegará por todas partes, tened cuidado. Juntad todo en una sola bola, podéis darle un par de vueltas, pero no amaséis (también repito esto). Aplastad la bola con las manos o un rodillo y dadle forma de disco, de unos 2.5cm de grosor y cortadlo en ocho porciones triangulares, como una pizza.

Pasad cada porción a la bandeja del horno, pintad cada scon con un poco de leche y espolvoread un poco de azúcar moreno (o blanco) por encima.

Y al horno durante 20 minutos, hasta que se doren y estén listos por dentro.

Tan solo habrá que dejar que se enfríen para poder devorarlos. Pero a la zanahoria le pega una crepita de queso.

Para el glaseado, mezclad bien el queso con el azúcar glass, la vainilla y la canela. Cubrid los scones y dejad que se enfurezca un poco.
Yo me puse creativo y añadí unos colores al glaseado, pero no es necesario. 

¡Espero que os gusten!

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Crema Catalana (SG)

Me he comprado un soplete, y no dejo de pensar en que cosas puedo quemar. Cosas comestibles claro.
En cuanto deje de llover unos días (ojo, que si quiere continuar, me parece perfecto) habrá que montar unas claras y quemarlas... me lo pide el cuerpo, además tengo dos cumpleaños familiares cerca, los últimos antes de ponernos con la campaña de navipeich.

También he pensado en quemar nubecitas/malvaviscos/Marshmallows, para decorar alguna cosa... o comérmelos con un trozo de chocolate así sin más. El caso es quemar.

Ah, el fuego. Una simple combustión cambió la historia de la Humanidad en sus principios, lo que les costaría aprender a controlarlo, producirlo y mantenerlo. Dónde estaríamos ahora si no se hubiese conseguido.
Y ahora, lo usamos para tostar nubecitas, así como si nada, como si fuese lo más normal del mundo. Que en realidad lo es. 
Bueno, quemar brujas no fue una buena idea. Demasiado cruel. 

El caso es, que me he ido un poco, que tenía ganas de hacer unas natillas, pero tenía que usar el soplete, así que investigué un poco y encontré la Crema Catalana (o Crème Brûlée, como dirían los franceses), que básicamente consiste en unas natillas con una costra crujiente de caramelo quemado encima, y que hay que romper con la cuchara para poder llegar al fondo. Y no sabéis lo rico que está al encontrar trozos crujientes de caramelo entre la crema suave.

Además es una receta sin gluten, por lo que habrá más gente a la que contentar. Y no os dejéis llevar por mis divagaciones sobre el fuego, no hace falta un soplete para caramelizar el azúcar, también podréis hacerlo en el horno.

Allá vamos.


Crema Catalana

INGREDIENTES
           
· 2 cups (500ml) de leche
· 4 yemas
· 1/2 cup (100g) de azúcar 
· 2 tbsp (20g) de maicena
· 1 rama de canela
· Piel de medio limón
· Piel de media naranja (opcional)

· Azúcar para cubrir y quemar.

PREPARACIÓN

Esta receta tan sencilla es uno de los postres más antiguos de Europa, ya que es una evolución de las natillas, y estas ya se consumían antes del Imperio Romano.

En primer lugar se prepara la crema. Para ello, se ponen un bol las yemas, la maicena, el azúcar y un poquito de leche y se mezcla con las varillas. La leche fría ayudará a disolver mejor la maicena.
El resto de la leche se pone en una cacerola junto a la rama de canela y las pieles de naranja y limón, a fuego medio.

Ya solo queda esperar. Y tener un colador a mano.

En cuanto la leche comience a hervir, se aparta del fuego y se pone una pequeña cantidad en el bol de las yemas para atemperar. No dejéis de mover la mezcla del bol con las varillas en ningún momento, pues la leche caliente puede cocer las yemas y no es lo que queremos. Agregad el resto del contenido de la cazuela al bol de las yemas y continuad mezclando. Cuando veáis que está todo bien combinado y el calor se ha repartido bien (unos 20 segundos de nada), volvéis a poner todo en la cacerola, pero esta vez lo colaréis. De esta forma se quitan ya la rama de canela, las pieles, y en caso de haberse cuajado algo, los grupitos de huevo.

Y calentáis todo a fuego medio SIN dejar de mover con las varillas. Es importante que no dejéis de moverlo, ya que el calor activa el almidón y es más fácil que espese en el fondo primero, se pegue a él y se queme. Y no es lo que queremos. Así que no dejéis de mover la mezcla hasta que espese de manera uniforme. Una comience a hervir lo retiráis del fuego.


Ahora llega el momento de colocar la crema en sus recipientes. Tened en cuenta que los recipientes deben ser de cerámica o cristal, pues la crema estará muy caliente y después tendréis que caramelizar el azúcar.
Dejad que se enfríe todo a temperatura ambiente. Para evitar que se forme una piel, tapad cada recipiente con plástico de cocina en contacto con la superficie directamente. De esta forma se evita la piel, y se evita condensación durante el enfriado.
Una vez fríos a temperatura ambiente, es necesario enfriar en la nevera durante un par de horas.

Es muy importante que la temperatura sea muy baja, pues vamos a calentar la superficie otra vez y no queremos estropear la crema.

Ahora llega la parte divertida.


Una vez se ha enfriado todo, se cubre la crema con una fina capa de azúcar, en torno a una cucharada bien repartida, y se quema con el soplete hasta que el azúcar se funda y cambie su color a ámbar. Haced este proceso por toda la superficie de cada recipiente de crema. Dejad que el caramelo se endurezca de nuevo antes de clavar la cuchara. Os va a encantar.


Si no tenéis soplete, no os preocupéis. Precalentad el grill del horno a 200ºC y colocad la rejilla lo más cerca posible de él. Poned la fina capa de azúcar en cada recipiente de crema y colocadlos bajo el grill hasta que el azúcar se funda, cristalice y cambie a un color marrón oscuro. No debéis dejar que se caliente toda la crema, pues podría estropearse si se calienta demasiado, por eso tendréis que estar atentos y colocar los recipientes cerca del grill.

Y esto es todo. Solo tendréis que dejar que se enfríe el caramelo para que quede crujiente. Mi consejo es que no preparéis el caramelo hasta el momento en el que vayáis a consumirlo.

¡Espero que os guste!